*29 de Abril de 2019*
El día que llegué a mi casa senegalesa, me dijo mi Yaay que a partir de ese
momento, yo me llamaría Yaye Fatou. Mi apellido sería Dieng, porque así se
apellidaba mi nueva familia senegalesa.
Yaye Fatou Dieng.
Y yo, que probablemente no entendí ni una tercera parte de lo que estaba
ocurriendo, solo me quedó asentir y hacer que entendía algo.
Y eso fue lo que ahora entiendo como el botón de encendido de mi
experiencia. Aquella cerilla que comenzó lo que han sido mis siete pasados
meses.
Creo que a menudo no le damos importancia a nuestros nombres, pero
realmente siento que uno le confía tanto a esa palabra que nos define.
Patricia. Anna. Awa. Assane. Yaye Fatou.
Los problemas comenzaron al día siguiente, cuando según me levanté, me di
cuenta de que ya se me había olvidado mi nombre.
*Masapu.*
*Yatafu.*
*Fayamu. *
A mi todo me sonaba igual. Y claro, cuando alguien me llamaba, yo no me
daba por aludida. Y cuando escuchaba el nombre de mi vecino, pensaba que mi
baay me estaba llamando a mí.
Pero al final conseguí aprender mi nombre. Y comprendí que cuando alguien
en Khombole me preguntase mi nombre, mi respuesta tenía que ser ¨Yaye
Fatou¨. Y además, a parte de dos personas en todo el pueblo que al
principio me preguntaron cual era mi nombre en España, nadie conocía la
existencia de ¨Paula¨ como mi otra etiqueta, como si fuese solo mi secreto.
Y mientras pasaban los días, mi persona física y ¨Yaye Fatou¨ fueron
conviviendo.
¨Yaye Fatou, ven a comer¨
¨¿Cómo va la mañana Yaye Fatou?¨
¨Miss Yaye Fatou, ¿cómo se dice ¨doxantu¨ en inglés?¨
Pero, ¿podía haber alguna cohesión entre Yaye Fatou y yo (lo que en aquel
momento habría definido cómo Paula)?
Paula. Yaye Fatou. yo…
No, no, no. No es lo mismo.
Paula es Paula. Y Yaye Fatou es Yaye Fatou. ¿Pero entonces quién soy yo?
Entré en un momento de confusión de identidad. ¨¿Cómo puede ser algo tan
distinto mi persona aquí, clasificada como Yaye Fatou, a mi persona fuera
de aquí, Paula?¨ No entendía, me encontraba perdida en mi propio ser.
Pero al poco tiempo, se acabó la temporada de lluvia, de temporales y
tormentas de arena. Y no recuerdo bien cuando fue, pero probablemente en
uno de esos escapes mañaneros con Tagaty por lo que llamabamos ¨el bosque
de Khombole¨. Probablemente fue allí cuando encontré paz en mi
rompecabezas, en mi duda, en mi enigmática introspección. Encontré paz.
Encontré belleza. Encontré emoción. Encontré admiración por mi
descubrimiento.
Y entendí que todos esos ¨yo¨ que hasta ahora había sentido , y todos
aquellos ¨yo¨ que quedaban todavía por venir, seguían y seguirían siempre
siendo ¨yo¨. Porque cada uno de esos ¨yo¨, eran exactamente así porque el
destino de esa manera lo había querido. Porque como en una nave de
grabación, cada pieza colocada tiene una función en la producción final,
pero si por contra uno de esos elementos, quizás sea un personaje, o una
cafetería, son cambiadas, la producción final sea quizás totalmente
distinta.
Y así me encontré. Entendí que la vida me ofrece constantemente distintas
naves de grabación, con distintos personajes, distintas calles, distintos
colores, distintos amores. Y para que sea capaz de interpretarlo, me ofrece
un narrador en constante evolución. Y me regala también una moto, una moto
con un depósito interminable, donde el combustible parece regenerarse a
cada revolución. Y esta moto parece tener un GPS, pero que guarda con
contraseña la ruta que sigue.
Ahora, solo sé, que lo que sube, también baja. Y que lo que va, siempre
acaba viniendo. Probablemente mi ruta me aguarde curvas, algunas de ellas
quizás muy prominentes. Y quién sabe, en uno de esos puntos de la carretera
donde uno se para a mirar las vistas, quizás hayan decido montar una nave
de esas de grabación, donde la casa del vecino del protagonista, se ha
cogido esas admirables vistas al mar, o al verde valle. Y si he de entrar,
quizás ahí me encuentre como Valentina, como Fatema, como Anusha, Jovana, o
como otra versión de Paula, o de Yaye Fatou. Pero independientemente de ese
sticker con el que yo me quiera presentar, ese algo más complejo seguirá
siempre añadiendo a mi ¨yo¨, a esa montaña en crecimiento en la que se me
ha ofrecido asentarme.
—————————————————————–
*April 29th 2019*
The day I arrived to my Senegalese house, my Yaay told me that from that
moment onwards, my name would be Yaye Fatou. My last name would be Dieng,
because that’s how my new Senegalese family was surnamed.
*Yaye Fatou Dieng.*
And I, who probably did not understand a third part of what was happening,
I just nodded like if I was understanding something.
And now, looking back, I know that was what I now understand as the power
button of my experience. That match that began what have been my past seven
months.
I think we often do not give importance to our names, but I really feel
that we trust so much on that word that identify us. Patricia. Anna. Awa.
Assane. Yaye Fatou.
Problems started the next day, when I got up and I realized that I had
forgotten my name.
*Masapu.*
*Yatafu*
*Fayamu*
Everything sounded the same to me. And of course, when someone called me, I
didn’t realized I was the one being called. And when I heard my neighbor’s
name, I thought that the one that my Baay was calling, was me .
But at the end I got to learn my new name. And I understood that when
someone in Khombole, asked me what was my name, my answer had to be ¨Yaye
Fatou¨. And aside from two persons in the whole town who at first asked me
about my name back home in Spain. nobody knew the existence of “Paula” as
my other label, as if it was only my private secret.
And as the days went by, my physical person and ¨Yaye Fatou¨ were trying to
coexist.
¨Yaye Fatou, come to eat¨
“How’s the morning Yaye Fatou?”
¨Miss Yaye Fatou, how do you say ¨Doxantu¨ in English? ¨
But could there be any cohesion between Yaye Fatou and ¨me¨ (what I would
have defined at the time as Paula)?
Paula. Yaye Fatou. I…
No no no. It´s not the same.
Paula is Paula. And Yaye Fatou is Yaye Fatou. But, therefore, who am I?
I entered a moment of identity crisis. “How can my person here, classified
as Yaye Fatou, be something so different to my person outside of here,
Paula?” I did not understand, I was lost in my own being.
But after a while, the rainy, stormy bitter season was over. And I do not
remember well when it was, but probably in one of those early morning walks
with Tagaty into what we called “the forest of Khombole”. It was probably
there, when I found peace in my puzzle, in my doubt, in my enigmatic
introspection. I found peace. I found beauty. I found emotion. I found
admiration for my discovery.
And I understood that all those ¨I¨ that I had felt until now, and all
those ¨I¨ that were still to come, continued and would always be ¨I¨.
Because each one of those ¨I¨, were exactly like that because destiny had
wanted it that way. Because like in a back studio lot, each element placed
has a function in the final production, and if one of those elements, maybe
a character, or a cafeteria, for example, are changed, the final production
will perhaps be totally different.
And that way, I found myself. I understood that life constantly offers me
different back studio lots, with different characters, different streets,
different colors, different loves. And to be able to interpret it, it
offers me a narrator in constant evolution. And it also gives me a
motorcycle, a motorcycle with an endless tank, where the fuel seems to
regenerate with each revolution. And this motorcycle also seems to have a
GPS, but it saves with password the route that it follows.
Now, I just know, that what goes up, also goes down. And that everything
that goes, anyway always ends up coming back. Probably, my route awaits me
curves, some of them perhaps very prominent. And who knows, in one of those
points of the road where one stops to look at the views, perhaps someone
has decided to established one of those back studio lots , where the
neighbour’s house of the protagonist, has taken those breathtaking views of
the sea, or of a beautiful green valley. And if I’m said to enter, maybe I
will find myself there as Valentina, as Fatema, as Anusha, Jovana, or as
another version of Paula or Yaye Fatou. But regardless of that sticker with
which I want to present myself, that something more complex will always
continue adding to my “I”, to that growing mountain in which I have been
offered to settle.